Una historia familiar
que sigue viva
Desde hace más de cien años, La Gañanía ha sido el hogar de nuestra familia.
Hoy seguimos cuidándola con el mismo cariño con el que la levantaron nuestros antepasados, para compartir su calma y su historia con quienes nos visitan.
NOSOTROS
El alma detrás de La Gañanía
Somos Blanca y Javier, actuales anfitriones y herederos de esta casa que ha formado parte de nuestra familia durante generaciones. En 1980 comenzamos a rehabilitarla para uso propio, devolviéndole la vida después de años cerrada. Aquí pasamos veranos con nuestros hijos, celebraciones con amigos y muchas tardes tranquilas bajo el corredor de madera.
En 1998 dimos un paso más y abrimos las puertas de La Gañanía al turismo rural, convirtiéndola en una de las primeras casas rurales de Canarias. Desde entonces la hemos cuidado con el mismo cariño y respeto con el que la levantaron nuestros antepasados, y seguimos trabajando con la ilusión de que esta historia continúe en la familia.
Una casa con raíces
Arquitectura e historia rural canaria, preservada con cariño
La palabra Gañanía la conocemos como establo o cuadra para las vacas. El dornajo (palabra canaria para pesebre) preside el patio exterior de la casa y nos recuerda no solo la existencia de una gañanía en la parte trasera de la vivienda, sino también cómo se conoce la zona: Las Gañanías.
Hoy seguimos viviendo este proyecto con la esperanza de mantener su continuidad familiar, y de seguir trabajando por lo que nos une: nuestra idiosincrasia canaria, nuestras costumbres, la naturaleza y la cultura de nuestra isla.
En sus muros de piedra encalados, su estructura íntima y sus techumbres de madera de tradición mudejárica se conserva el espíritu de las antiguas casas rurales del archipiélago. Transcurridos cerca de doscientos años de su construcción, mantiene intactas las formas que la hacen tan genuinamente nuestra.
Es un reflejo fiel de la amable pero recia identidad de los canarios, que durante siglos, casi sin excepción, han edificado sus viviendas sobre las mismas ideas: sencillas, funcionales y bellas por naturaleza.
Estas casas no alteraban el paisaje, sino que lo acompañaban, tratando de detener el tiempo en su manera de habitar. Pero La Gañanía tiene un valor aún más importante: es un resumen vivo de la historia popular de nuestras islas.
El Origen
Una mujer, una casa y una vocación que marcó a toda una familia
Bárbara González, nuestra bisabuela, casada con Domingo Hernández, fue la primera de la familia que habitó la casa, adquirida para ella por su padre. Allí, el matrimonio se ocupaba del campo, elemento clave para entender la historia de nuestra tierra.
Bárbara fue ama de casa, dedicada con esmero a la crianza de sus hijos: tres varones (Agustín, Felipe y Nicolás) y dos hijas, Frasquita y María. Los dos mayores emigraron a Cuba siendo apenas adolescentes, como tantos jóvenes canarios obligados a buscar nuevos horizontes.
De las labores de entonces quedan varios testimonios en la vivienda, como el lavadero que aún se conserva junto a la barbacoa, en lo que fue la huerta de la casa, y que era utilizado no solo por la familia sino también por los vecinos.
Mi madre y los hermanos nacidos en la casa
Pero Bárbara no solo quiso ser ama de casa. Por las tardes, en una pequeña escuela que organizó en el patio central, enseñaba a leer y escribir a los niños del barrio. Incluso por las noches, hombres y mujeres acudían después del trabajo a recibir sus clases.
Muchos ancianos aún recuerdan con gratitud haber aprendido con ella, y decían que “sabían escribir gracias a Dios y a Doña Barbarita”. Su labor fue enorme, y no es casual que muchos de sus nietos y biznietos seamos hoy profesores: lo llevamos en la sangre.
Desgraciadamente, Bárbara nunca se dejó fotografiar, pero en el salón de La Gañanía se conserva un retrato a pastel de Doña Frasquita, su hija, nuestra abuela.
Almuerzo familiar en el patio de la casa, con mis abuelos y mis tías
Mis hermanos Tere, Pepe y yo
SIGUIENTES GENERACIONES
De nuestros abuelos al presente
Francisca Hernández, “Doña Frasquita”, hija de Bárbara, se casó con Eulogio Méndez Dorta, de Buenavista del Norte. Tuvieron un hijo (que falleció en la Guerra Civil) y varias hijas, entre ellas Manola, nuestra madre. En La Gañanía pasaron su infancia y juventud, hasta que cada una siguió su propio camino: algunas fueron a vivir a La Orotava y nuestros padres a Santa Cruz de Tenerife.
Hacia 1954 la casa quedó deshabitada. El tiempo fue dejando huella, pero los herederos no quisimos permitir su ruina. En 1980 hicimos una primera reparación sencilla, que nos permitió volver a disfrutarla en familia.
Rebautizamos la vivienda con el nombre por el que hoy se la conoce: La Gañanía, en recuerdo del antiguo establo que existía en la parte trasera de la casa. Incluso la calle donde se encuentra se conocía entre los vecinos como Camino de la Gañanía.
Esperamos que quienes vengan a habitarla por unos días encuentren aquí lo mismo que nosotros: su encanto, su sosiego y sus recuerdos, tan queridos para nosotros y tan comunes a la historia de todos los canarios.
Javier Pérez Méndez
Biznieto de Bárbara, nieto de Frasquita e hijo de Manola.